Pequeña oda

"Hasta mayo no te quites el sayo", dice mi madre. Tiene razón: finales de abril, día soleado, cielo azul y libre de nubes, pero aquí estoy, tapándome las piernas con la manta y pensando en él. 
Hoy le volveré a ver. La alegría que siento es indescriptible. Es tan refrescante. Desde hace años nos hemos ido encontrando con menos frecuencia; ya ni recuerdo cuándo fue la última vez. Quizás cuando hice una cantidad ingente de ensaladilla rusa. Él no podía faltar. 
Al principio es frío, congelado, pero unos segundos bajo el agua y puedo sentir cómo su piel se va suavizando y se vuelve carnoso con esas curvas infinitas. 
No puedo esperar a tenerle en mi boca, sentir cómo explota dentro de ella, desgarrar su piel y saborear su carne. 
Oh, guisante, esta noche, cuando aparezcas en mi plato, le seré infiel al puré de patatas. 

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