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Mostrando entradas de marzo, 2020

Estudiando inglés

- ¿Cómo se lee esta palabra: a, we, so, me? - ¿Qué dices? A ver... ¡Osom! No, awesome. - ¿Y qué significa? - Increíble, alucinante. - Ajá... Uf, cómo odio estos ejercicios, ojalá no fuera tan difícil aprender otro idioma. Yo no sé como lo haces tú. - Tranquila, cuando te mudes allí será más difícil aún. - Vaya, gracias. ¿No se supone que es al revés? - Más quisiera. Mi cerebro es una papa ya; no sé ni qué idioma hablo. Todos se mezclan. Y ahora que estoy aprendiendo italiano, se junta con lo poco que recuerdo de francés y, hala, ¡a volar! - Uff, qué pereza. - Hablando de italiano, ¿cómo te va con tu amoricetto? - ¿Mi qué? - Tu amorcito, hija. ¿Cómo te va con tu novio? - Pues no va. - ¿Cómo que no va? ¡¿Desde cuándo?! - Pues desde hace un mes. Se le incrustó una bala. - ¡¿Qué?! - Te acuerdas de que se había ido a Estados Unidos a un programa de intercambio... Bueno, no de intercambio, sino para practicar el idioma, en una reserva de yo qué sé dónde. Que ya ves tú, no sé

La bolsa

Ramón se encontraba tan solo, que su estornudo retumbó por todo el pasillo. Como todos los días a las cinco de la mañana, se levantaba, vestía la túnica y cruzaba todo el palacio episcopal hasta la iglesia para rezar sus oraciones. Una vez terminadas, se dedicaba el resto de la mañana a limpiar. Esta vez, preparándolo todo para la llegada del obispo y el resto del clero de su viaje a la capital, al "XVIII Congreso Anual de la Biblia: la novela del corazón".  Ramón no era realmente religioso; vivía en el palacio porque su madre, que sí lo era, lo había mandado ahí hasta que "Dios le librara de sus ladillas de una vez por todas". No sabía si era por todas las cosas que dejaba por medio, por echarse siestas en la hora de la oración, por sus ruidosos estornudos, o porque le gustaba llevar entre su largo pelo una cucaracha llamada Peter, pero no le caía muy bien al clero. Así que cuando podían, lo mandaban a cuidar el jardín más lejano con la esperanza de que se que

Pre-cuarentena

Otro día de curro, otro día de desgana. Hoy toca espaguetis con tomate y queso; no me apetece cocinar. Me pregunto qué narices hacen cortando tantos árboles al rededor de la obra de construcción. ¡Que los necesitamos, imbéciles! El cielo gris y la atmósfera lúgubre no ayudan. No recuerdo cuándo fue el último día que vi el sol. Normal que esté de bajón. Normal que mi compi del curro esté siempre enferma: entre lo que come y la falta de vitamina D. La gente se está volviendo loca con el coronavirus y no entiendo el porqué. Lo que no engorda te hace más fuerte. Siempre. Ya voy tarde. Estoy cansada, todos los días así, da igual lo temprano que me levante. Han pasado ya dos semanas desde que eché la solicitud. Ben me preguntó si era lo que quería hacer, dije que sí; pero no sé cuánto de verdad hay ahí. Tan solo quiero estar con él. Otra clase en la que tengo que gritar. ¿Por qué la gente es tan estúpida? Quiero irme a casa. Ojalá mis espaguetis estuvieran calientes. Tres compañeros enfermo

The yellow sea

From the top of the hill, I could see how the wind was feeding the fire that was destroying our sunflower fields.  Everything red. Everything black.  I wish I could say that after it I was working side by side with my family, to transform this catastrophe back into our beautiful yellow sea. But the truth is that I have no hope. My dad came into my bedroom after two days. He opened the curtains. I turned around; I didn't want to see the burnt landscape.  -You cannot stay here forever... An extra pair of hands would be very useful.  How could he say that? -Nothing will ever grow there anymore.  -Now, that's not the right attitude, isn't? He sat next to me, sighed and stroked my hair.  -I tell you what. You need to use your imagination and pretend that there is a tiny fairy world underneath all the coal, and we need to save them so... -I was the one who started the fire.  The words came out of my mouth bluntly. He didn't say anythin